27 marzo 2010

Ese extraño elemento llamado Emilio Aragón

-Pájaros de papel - (Emilio Aragón, 2010)





Cuidado con Emilio Aragón. Intentar definir en un par de adjetivos al ex payaso y ex showman sería peligroso. Aragón es un tipo capaz de apadrinar un libro para niños escrito por alguien tan siniestro como Ana Botella y, a la vez, presidir la cadena televisiva más izquierdista de todas las que pululan por nuestro país. Un personaje capaz de enfrentarse con la cadena que le dio la fama absoluta (Telecinco) y a la que dio grandes cantidades de éxito. Cuidado. Y ahora se pasa al cine con una película de posguerra, sobre cómicos españoles y ¡con niño huérfano! Y a todo hijo de vecino le saltan las alarmas porque esta huele a momentos lacrimógenos, trampas en el camino y momentos que pueden rozar lo ridículo. Y no nos engañemos, Pájaros de papel tiene todo de eso. Pero el gran mérito de la película es como nos tragamos sus dos horitas como si nada. Reconozcámoslo, Pájaros de papel es un triunfo de Emilio Aragón.

Porque en esta amalgama de sentimientos (algunos bien trabajados, otros menos), excesos y trampas hay que destacar el buen trabajo de Aragón tras la cámara. Donde otro habría hecho un rancio espectáculo de cartón piedra, Aragón construye una película sólida y muy bien realizada técnicamente. La gran virtud del presidente de La Sexta ha sido saber esperar, empaparse de conocimientos y convivir con gente de talento para realizar su debut cinematográfico. Y la paciencia en este mundo es una virtud que hay que aplaudir. Porque quizá Pájaros de papel hace años hubiera sido un horror de película. Aragón ha aprendido lo suficiente para saber manejar un material inflamable sin quemarse (del todo)

Ni me gustan esos villanos esquemáticos, ni ese final con Miliki (llamadme insensible) ni detallitos como que la música acabe siendo un recurso machacón. Pero la realidad es que no he mirado el reloj viendo Pájaros de papel y Aragón ha sabido que un escéptico crea. No totalmente ni a ciegas pero sí en parte gracias a que detrás de la cámara había un tipo que creía en lo que hacia. Un film imposible que camina sin red por una cuerda de alambre...y que nunca llega a caerse. Como un buen equilibrista de los quizá veía Emilio Aragón en el circo. Y de los que ha aprendido la lección. Saber llegar al final del trayecto sin mirar al vacío sabiendo que lo que haces es una locura y puede acabar mal. Se nota que Aragón aprendió las lecciones del circo.

Lo mejor:
su sólido empaque

Lo peor: al final no hay sorpresas y tiene los momentos lacrimógenos excesivos que todos temíamos

. Cómicos en la postguerra (Scotty, El blog de Scotty)

. Papiroflexia del corazón (Jordi Costa, El País)

. La lágrima fácil (Beatriz Maldivia, Blog de cine)

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