09 marzo 2010

Defensa

- Un profeta - (Jacques Audiard, 2009)





A los que no habitamos en ese país tan amado y odiado llamado Francia se nos vende una imagen especifica de ese lugar a veces equivocada. Glamour, intelectualidad y finura es la marca made in France que intentan que compremos. Pero las noticias (que, a veces, es otra forma de ficción) nos trasladan a la Francia de los conflictos raciales, la difícil convivencia y la violencia. Por eso para mostrarnos esta realidad tenemos que irnos a un microcosmos particular como puede ser una cárcel. En esta ocasión, la cárcel de Un profeta.

La película de Jacques Audiard es toda una metáfora en si misma de cómo un extranjero sin cultura ni (aparente) inteligencia consigue sobrevivir en un entorno hostil a base de las lecciones de la vida. En esta ocasión la cárcel es un reflejo de lo que puede ser una sociedad cualquiera repleta de peligros y donde sobrevivir puede ser una cuestión de instintos, sagacidad y suerte. Un profeta funciona como un perfecto reloj de dos horas y media con un ritmo que no desfallece ni un solo minuto. Muchos directores norteamericanos llamados “artesanos del espectáculo” deberían aprender de Un profeta para saber construir una historia que no aburre en ningun momento. Pero Audiard es un tipo listo porque sabe que no sólo de ritmo narrativo vive el hombre (cinéfilo). Un profeta se convierte en el ejemplo perfecto de que una buena película se puede trabajar teniendo los elementos idóneos. Lo más destacable es la gran interpretación de Tahar Rahim que apareciendo prácticamente en todos los segundos del film sabe como hacer evolucionar su personaje que pasa de tener miedo y ser ignorante a ser poderoso y con fuerza. Y todo ello con una economía gestual encomiable. Y luego están las magnificas aportaciones secundarias de Niels Arestrup o Adel Bencherif, la utilización de la música de Alexandre Desplat o un guión de hierro escrito por Thomas Bidegain y el propio Audiard. Con cada cosa en su sitio se logra una estructura casi sin fisuras.

Un profeta es cine negro, en la mejor tradición del polar francés del cual Jacques Audiard se ha convertido en el gran heredero. También es cine social que habla sobre las raíces de cada persona que, al final, acaban siendo algo vital en nuestra vida sea como sea ésta. Pero lo que acaba siendo Un profeta es una película sobre el ser humano y sus límites (o falta de ellos) cuando se trata de sobrevivir. Al final sea lo miserable que sea tu vida de lo que va esto es de llegar al final y es lo que enseña Un profeta. Un (supuesto) cordero sobreviviendo en un manada de lobos. Y no hace estar en una carcel francesa para tener esa sensación de intentar sobrevivir. Por eso, Un profeta acaba siendo una gran película educativa.

Lo mejor: el "profeta" Tahar Rahim

Lo peor: algunas imagenes metafóricas pueden chocar con el resto de la película

. La mala educación (Jordi Costa, El País)

. Dos profetas. Y a uno de ellos vale la pena seguirle (Rafa Martín, Las horas perdidas)

. La cárcel como escuela y trampolín (Oti Rodríguez Marchante, ABC)

1 comentario:

troyana dijo...

Me gustó la película,aunque en mi opinión le sobra metraje,el final es de un impacto visual impresionante.
saludos!