25 febrero 2010

Bendita locura

- Shutter Island - (Martin Scorsese, 2010)





El aviador era una propuesta realmente interesante. No sólo por contar la apasionante vida de Howard Hughes sino que toda esa historia la iba a contar Martin Scorsese. Teníamos toda su potencia visual y narraiva al servicio de la historia de un mito contemporáneo. El resultado fue bonito, pañado pero sin pasión. Algo mas tenía de pasión tenía Infiltrados pero se volvia a repetir la sensación de que Scorsese se había vuelto funcional al rodar películas y ya no había esa creatividad de antaño. Quizá fracasos comerciales como las fantásticas Al límite y, en menor medida, Gangs of New York le habían hecho reflexionar de que si quería rodar debería dejar de ser menos Scorsese. Pero otra teoría pasea por mi mente. Tras librarse de la dichosa, molesta y absurda losa de no tener un Oscar, Scorsese necesitaba encontrarse con si mismo. Un proyecto donde pudiera darse el gustazo de simplemente dirigir. Sin cortapisas ni reglas. Y una película sobre la locura era el idóneo en este momento de su carrera.

Porque Shutter Island no es una historia sino el delirio de un genio creativo. La película es una excusa para que Scorsese se libere de toda la represión que ha tenido durante los últimos años y explore los límites de la dirección. Vuelve el frenesí, la música a todo volumen, el ritmo endiablado, homenajes al cine clásico... toda una colección de postales que mezclan los colores vivos con la oscuridad más absoluta. Y Scorsese sólo podía realizar una película con un argumento cercano a su delirio como director. Por mucho que este basado en una novela de Dennis Lehane del argumento hay que olvidarse. Es más si nos interesa algo las interrogantes del film se pueden adivinar perfectamente a los veinte minutos de inicio de Shutter Island. Todo es una excusa. Un perfecto Leonardo Di Caprio ejerce de guía dentro de la mente de uno de los grandes talentos cinematográficos del siglo XX. Shutter Island habla de la recuperación de Scorsese como director y creador. Cada plano, cada secuencia es un experimento que va más allá del anterior y el resto (actores, guión, argumento...) son títeres. Al final lo que importa de Shutter Island es el delirio y la locura con que Scorsese coge una historia sin pies ni cabeza y la hace suya. Shutter Island no es ni más ni menos que la terapia de un creador que nos utiliza (a los espectadores) como cobayas. Y el espectador (seguramente la mayoría) disfrutamos de lo lindo adentrándonos en la mente de un genio. Porque Shutter Island es nada más ni nada menos que un fantástico experimento.

Lo mejor: su exceso

Lo peor: su giro final es más que previsible

. En el laberinto de la culpa (Julio R. Chico, La mirada de Ulises)

. Pulp Scorsese (Samuel Pérez Moreno, Tío Oscar)

. La enigmática isla tridimensional (Sergio Roma, Cinebulosa)

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