14 mayo 2009

Finales de cine: Ratatouille. El corazón del crítico


“Lo que importan son las buenas historias, no si es animación o no”. Así de rotundo se expresaba John Lasseter tras la enésima marginación de la Academia a la factoría Pixar en los últimos premios Oscar. Y no le falta razón. A pesar de que critica y publico han ovacionado el talento, emoción e inteligencia de las películas de Pixar los miembros de esta Academia, a veces caduca , se niega a considerarlos una PELÍCULA (así en mayúsculas)

Pero la Pixar ya había mandado un mensaje sobre que ellos no hacían películas de animación sino que hacían simple y llanamente PELÍCULAS. No importaba la procedencia, ni su protagonista era un ratón o un robot. Importaban los sentimientos, las historias y las sensaciones. “No todos pueden convertirse en grandes artistas, pero un gran artista puede provenir de cualquier parte”, sentenciaba el, en un principio odioso, crítico Anton Ego en la que sea (quizá) la obra maestra de la factoría, Ratatouille.

Anton Ego es un crítico exigente que no disfruta con la comida que ingiere. Simplemente la califica y, generalmente, destroza. Hasta que alguien le vuelve a enseñar porque era critico de cocina. La razón es simple, por el placer de comer. Por las sensaciones gustativas e incluso sentimentales que puede tener un simple plato. Porque, como dice Ego, los críticos “arriesgan poco y tienen demasiado poder sobre los que critican”. Poco riesgo. Es fácil escribir una mala valoración de algo o incluso positiva. Es sencillo hacer algo sin pasión ni ilusión. Por eso Ego se rinde ante el plato preparado por la rata Remy. Es arriesgado e innovador. Algo se mueve en el corazón y en el estomago de Ego. No importa su procedencia.

El mensaje que mandaba la grandísima obra del (no menos grande) Brad Bird es obvio. Lo que importa es lo que haga que se te muevan las entrañas. Película, disco, comida, persona... no importa el dónde sino el cómo. Si los académicos se emocionaron con Wall.E como lo hizo medio mundo sería injusto que no la consideraran como la mejor película. Sean dibujos o personas reales lo importante es saber contar historias. Y si es tan buena como Ratatouille no importa que sea una rata el protagonista. Y si un plato es bueno da igual que lo haya hecho Ferran Adrià o una ama de casa.

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