28 junio 2010

Interpretaciones de cine: Richard Widmark, Jean Peters y Thelma Ritter (Manos peligrosas). Gente imperfecta en una película perfecta





En los títulos de crédito de la rotunda obra maestra de Samuel Fuller, Manos peligrosas, podemos observar los tres nombres que inundaran la pantalla durante los apenas ochenta minutos que dura el film. Richard Widmark, Jean Peters y Thelma Ritter. Si Manos peligrosas ha pasado a la historia como una joya del cine negro por la dirección de Fuller su porcentaje de recompensa deberían tenerla estos tres actores que transmiten perfectamente los claroscuros de unos personajes marcados por los bajos fondos.

Un carterista que se juega ir a la cárcel para toda la vida (Widmark), una mujer sin oficio ni beneficio que vive de favores a los demás (Peters) y una confidente que se gana la vida vendiendo información para poder ganar su funeral (Ritter) son los protagonistas de la historia. Y no hay más. Porque tanto los policías como los comunistas son meros comparsas e instrumentos necesarios para hacer avanzar la historia. Los “héroes” de Manos peligrosas son gente que, por circunstancias, ha tenido que vivir en el subsuelo de la suciedad, sobreviviendo en un entorno hostil mientras intentan ejercer el menor daño posible. Por eso nadie puede exigirles que hagan “esfuerzos patrióticos” (por el film que es el macguffin de la película) ya que nadie nunca hizo nada por ellos. Widmark, Peters yRitter ponen corazón, cabeza y rostro humanizando a personajes que son demonizados por una clase alta que sólo acepta los delitos que ellos cometen. Delitos de traje y corbata, a veces, los más repugnantes de todos. Estos personajes te llegan a hacer entender que quizá es mejor confiar en alquien que te puede robar la cartera que en otro que te robará todo el dinero desde la mesa de un despacho.






Widmark nació con el rostro de quien ha vivido mucho en poco tiempo. Por eso a su carterista Skip McCoy sólo se le necesita mirarle los ojos para comprender porque se dedica a robar carteras siempre dentro de su propio código de honor (“Nunca he llevado un arma”, dice). Peters parece que tiene el personaje más complicada. Una mujer poderosamente atractiva que simplemente “hace lo que le dicen” hasta que decide hacer lo que a ella le parece correcto con fatales consecuencias. Igual que Ritter, actriz que se dedicó a robar escenas a las estrellas principales allá donde fuera (La ventana indiscreta, Confidencias a medianoche...) . Vende información de sus “colegas” delincuentes a la policía o (a quien pueda pagar por ella) sabiendo que ellos se lo perdonaran (“sólo se enfadaría si le vendiera barato”, dice Ritter) Su muerte buscando el descanso definitivo pasará a la historia del cine. Los tres son personajes con defectos que han sobrevivido como han podido pero con una característica: el honor. Cuando llega el momento deciden imponer un código personal e intransferible para protegerse entre ellos. No por hacer el bien sino porque saben que entre personajes desclasados sólo cabe unirse ya que nadie va a ayudarles. El honor que no tiene que ver ni con las banderas ni con los himnos sino con las personas que demuestran su verdadera valía en los momentos más duros. Y para mostrar a estos personajes que mezclan el delito, la dureza,, la valentía y, lo repito, el honor, Sam Fuller no pudo encontrar a tres actores mejores que Richard Widmark, Jean Peters y Thelma Ritter. La victoria de los desclasados.

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