13 junio 2010

Series de cine: Perdidos. El último (y brillante) truco de feria



Mis verdades sobre Perdidos. Desde que hace años la encontré de casualidad un domingo por la tarde en TVE no me he perdido ni un capítulo. Y mi agradecimiento será eterno porque a pesar de los bandazos que daba jamás me he aburrido viéndola. Sabía que esos cuarenta y algo minutos que duraba cada capítulo me lo iba a pasar bien. Y jamás me han interesado ni osos polares, ni números extraños, ni teorías surrealistas... Y, precisamente por eso, pienso que ha disfrutado Perdidos. Nos encontramos con un prodigio de cómo utilizar la técnica a favor de una narración. Y no tiene nada que ver su holgado presupuesto sino cómo utilizarlo a favor de la serie. Su ambientación, fotografía, montaje, la asombrosa música de Michael Giacchino... todo está predestinado para montar un inteligente espectáculo con un objetivo muy difícil. Entretener. Este año una serie intentó hacer algo parecido. Se llamaba FlashForward y salió una auténtica cutrez. Ese es el gran triunfo de Perdidos y aunque J.J.Abrams dejará la serie pronto su sello permaneció en todas las temporadas (sólo hay que echarle un vistazo a Star Trek y luego a la serie para ver las coincidencias)

Pero apareció un bendito problema para la serie. De repente legiones de nuevos fans se fueron enganchando a ella. ¡Y se la tomaron en serio! En vez de disfrutar de las piruetas visuales o dejarse manipular por un argumento delirante, nuevos fans creyeron que resolviendo las preguntas (obviamente sin respuesta) su vida cobraría un nuevo sentido, que les diría como pagar la hipoteca o les revelaría la fórmula secreta de la Coca Cola (portada en Rockdelux incluida) . Era obvio que esas preguntas y dudas eran cebos para engañar y manipular al personal. Y hubo gente que se los tomó como algo personal en vez de, simplemente, disfrutar. Porque ese estupendo final (quitándole el tono cristiano) es completamente coherente con los que simplemente vimos y una aventura de personajes en Perdidos y todo lo que se ha montado con él (retransmisiones a la seis de la mañana, subtítulos que no iban...) me ha abrumado y, debo reconocer, que me ha resultado incomprensible (respetando mucho a la gente que lo a vivido así, entre los que hay muchos amigos)

Losties que estéis leyendo esto taparos los ojos por lo que vais a leer. Perdidos no es un clásico. Un clásico debe ir un poco más allá y sentirte un afortunado al saber que lo que ves es único y te va a cambiar la vida aunque sea un poquito. Perdidos se ha dedicado a otra cosa que, a veces, es más difícil. En montar un buen espectáculo donde el espectador se sumergiera en una historia incomprensible pero con una gran capacidad de fascinación. Como he dicho los méritos son incontables, la creación de dos fascinantes y grandes personajes (John Locke y Benjamin Linus) por encima de los demás, su perfecto y cuidado trato de todo lo que se hacía sin bajar nunca la guardia (en cuanto a gran show me refiero) y su gran capacidad de fidelización y empatía con el seguidor (algo que se echa en falta en otras series). Son los puntos positivos de un sano espectáculo, manipulador, mentiroso pero siempre divertido y entretenido. ¿Qué ha sido Perdidos? Una serie de aventuras donde un avión tiene un accidente y los pasajeros supervivientes acaban en una isla donde suceden cosas extrañas. Ni más...ni menos

PD. De Perdidos se recordarán muchas cosas pero una de ellas será el final de su (excelente) primera temporada. Uno de los mejores de la historia. Ese plano final con Jack Shepard (Matthew Fox) y John Locke (Terry O’Quinn) será recordado para siempre.

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