20 julio 2009

Finales de cine: La Cosa. No hay enemigo, no hay esperanza



John Carpenter es uno de los grandes de la historia del cine reciente. Precisamente no por ser (afortunadamente) un esteta, ni querer mostrar al mundo un virtuosismo especial. Carpenter es grande por ser un director contundente y directo, que sabe como ir a las raíces del miedo sin efectismos baratos. Es por eso que se puede ver mil veces La Cosa y seguir maravillando, o mejor dicho horrorizándonos, con la pesadilla que viven estos científicos.

Es esta una película con un monstruo al que no se le ve y eso contribuye a que la sensación de horror y desesperanza esté en el aire continuamente en la (quizá) obra cumbre carpenteriana. Pocas películas transmiten tanta asfixia como La Cosa. Y no sólo durante el film sino horas después de haber acabado la historia la misma sensación de ahogo y vacío nos continua martilleando la cabeza. Carpenter consigue eso con un final completamente demoledor. Y lo es demoledor, como el cine de Carpenter no necesita piruetas ni fuegos artificiales, para mostrarnos que aunque al final se mate al malo eso no significa que “haya un final feliz”.

La ecuación que ha vendido el cine (hollywodiense principalmente) es que al final de la película el bueno mata al malo y todos felices y contentos se van a comer perdices. Carpenter juega con ese axioma de una forma absolutamente perversa. El malo, el monstruo muere o desaparece aunque tampoco lo tenemos muy claro. Los héroes consiguen acabar con él (¿seguro?) pero no hay felicidad. Acabaran muriendo congelados con una muerte lenta y dolorosa, por supuesto esto nos lo imaginaremos porque ya sabemos que da más miedo si creemos que una cosa va a pasar que si vemos que pasa. Es una película con monstruo que muere al final. Pero ni vemos su muerte ni los heroes salvan sus vidas. Además, ¿quién dice que ninguno de los dos protagonistas está infectado?. Perverso.

Esa imagen de Kurt Russell y Keith David bebiendo y pasándose una botella en medio de la fría Antártida esperando la muerte debería quedarnos para siempre en nuestras cabezas. Aunque los malos puedan morir a los héroes les puede esperar un final mucho peor. Un final que se creará en nuestras mentes.

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