La familia, ese elemento extraño y disfuncional. Una serie de personas a las que no puedes mandar por ahí como si haces con amigos y conocidos. Es el tema de la sangre ya lo sabéis. Y no todas las familias son iguales, las hay conservadoras, tolerantes, desarraigadas... Y luego está la familia que nos enseña Arnaud Desplechin en su Un cuento de navidad.
No hace falta que dure dos horas y media. No hace falta cierto “toque de director genial”. Es verdad eso pero decir que esos dos detallen llegan a molestar sería también faltar a la verdad. La historia es tan, tan buena que eso lo olvidamos enseguida. Y a veces esos "toques" están completamente justificados y le dan al film un empaque de película diferente. Pero todo eso se olvida porque cuando nos metemos en esa casa con esos personajes tan al límite, tan fascinantes pero a la vez tan cercanos, la película se convierte en algo personal. Porque dentro de su densidad se esconde una película real, cercana, humana y genial.
. Una enfermedad de sangre entre cuatro paredes (Ariane Basaguren, Qué)
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