21 septiembre 2008

Aséptico Soderbergh, perfecto Del Toro

- Che, el argentino - (Steven Soderbergh, 2008)





Había dos maneras de llevar la vida del Che al cine. Meterse de lleno en las ideas de Ernesto Guevara de forma radical y pasional, provocando y tocando las narices a los sectores políticos más conservadores. La segunda opción era tomar un camino entre documentalista y naturalista, reflejando lo que pasó sin meterse demasiado en la cabeza de Guevara. Obviamente si dirige Steven “Iceman” Soderbergh nos encontramos con el camino número dos. Y no por ello el camino incorrecto.

Che, El argentino es una película narrativa. Cuenta los hechos y jamás los explica. Como escribió Sergi Sánchez en Fotogramas, “Soderbergh es un Oliver Stone de sangre fría”. Durante dos horas de película vemos con un meticuloso análisis clínico como se actúa la revolución que derrocará la dictadura de Batista en Cuba. Aunque en el film se van jalonando ideas sobre la revolución lo que vemos son acciones. En resumen vemos exactamente lo que sucedió allí. Y que la película se libré de demagogias y artificios le concede al film un realismo que impresiona y hace que nos transporte en medio de la guerrilla. Si queríamos conocer lo que pasó Soderbergh nos lleva al meollo de la cuestión.

Y en el centro de todo esto esta Ernesto “Che” Guevara. O mejor dicho Benicio Del Toro . El actor da una lección de cómo interpretar a un personaje real, alejándose de tics, sobreactuaciones y algunas tonterías en las que caen los actores al interpretar a personajes reales. Del Toro es el Che, ni más ni menos. Es verdad que a Del Toro le beneficia la frialdad con que retrata los hechos Soderbergh. También es cierto que hay ciertos momentos de pasión en Che, El argentino. Me refiero a su a viaje Nueva York y, en especial, a su discurso ante las Naciones Unidas. Esa parte (genialmente dirigida por Soderbergh) vemos a un Che , líder, poderoso y humano. En sus discursos (tanto en la entrevista a la periodista como en sus alocuciones ante la ONU) vemos sus sus ideario. Sus verdades (acusaciones a otros países de Latinoamérica) y su lado oscuro (“fusilamos y seguiremos fusilando”, dice Guevara). La parte neoyorquina es un respiro que nos aleja del ambiente, a veces irrespirable, de la guerrilla.

En la continuación de Che, El argentino (una pena no poder ver las dos películas seguidas) Soderbergh tendrá que hacerse una transfusión de sangre caliente. Porque esta fria meticulosidad le ha venido bien para reflejar esta revolución pero en el mundo del Che vendrán otros problemas. Tendrá que reflejar el agobio ante su casi imposible trabajo como Ministerio de Industria de Cuba. Tendrá que resolver la duda de quién quiso que Guevara fuera a Bolivia, Fidel Castro o el propio Che. En la continuación de Che, El argentino, Soderbergh nos deberá mostrar a otro Guevara, quizá más cansado. Y entonces Steven Soderbergh necesitará una buena dosis de sangre caliente.

PD. Por cierto, la impresionante interpretación de Del Toro como el Che ha tapado la increíble transformación de Demián Bichir en Fidel Castro.



. La película imposible (Miguel Calero, Miradas de cine)

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